Esta es la historia de Andreíta,
una niña que tenía mucho, pero mucho miedo a la oscuridad.
Andreíta es una niña
pequeña, que vive con sus padres en un departamento al sur de la ciudad. Todos
los días se levanta muy temprano, se viste, desayuna, va a la escuela... en
fin, todo lo que hace una niña pequeña normalmente, y así vivía feliz.
Un día, llegó la traviesa Danny a
casa para quedarse por unos días en las vacaciones escolares. Danny era
prima de Andreíta y cuando llegaba de visita, se la pasaban jugando y
haciendo travesuras por toda la casa. El problema comenzó cuando una noche,
luego que todos se fueron a dormir, Danny convenció a Andreíta para
que encendieran la tele y se pusieron ver películas de terror.
Desde esa noche todo fue
diferente para Andreíta, ya que nunca más quiso que le apagaran la luz a la
hora de dormir. Papá siempre la acostaba cada noche, le cantaba una
canción para dormir, apagaba la luz y se iba. A partir de ese momento,
cosas muy extrañas ocurrían en su habitación...
Bajo la cama, horribles
serpientes acechando, con enormes colmillos listos para atacar, sólo esperando
a que Andreíta duerma para ... De pronto, en la repisa de los juguetes se
asomaba una enorme y monstruosa garra cubierta de pelo, y cada vez más cerca..
Pero lo peor, eran unos ojos
amenazadores y malignos que comenzaban a brillar a través de la puerta semi
abierta del clóset, mirando fijamente a Andreíta durante
toda la noche.
Andreíta se paraba de un
salto y encendía nuevamente la luz. Entonces desaparecían todos: la horrible
serpiente, los ojos malignos, la garra peluda.... El problema es que Andreíta con
la luz prendida no podía dormir bien y por eso siempre iba muy cansada a
la escuela.
Un día papá descubre el
problema de Andreíta. Esa misma noche, se acercó a hablar con ella y la
escuchó atentamente. Andreíta le contó todo a su papá: La
película que vio con Danny, las serpientes, la garra... Y cuando
terminó de contarle lo que le pasaba, le dijo que no quería dormir con la luz
apagada nunca más.
¿Sabes hijita? - contestó
papá - Yo también creo que los monstruos existen, y de hecho sé dónde vive el
peor de todos. ¿Quieres saber dónde es?
- La verdad creo que no-
contestó Andreíta
- Igual te lo diré, vive aquí -
Dijo mientras señalaba a Andreíta en la frente. Andreíta callaba.
Ya era una niña algo grande como para saber que nada vivía en su frente, así
que se quedó esperando la explicación de papá.- El miedo es el monstruo más
terrible de todos, ya que cuando el miedo se apodera de nosotros es capaz de paralizarnos e
impedirnos crecer y descubrir cosas nuevas. El miedo controla nuestra imaginación,
haciéndonos creer en cosas que en verdad no existen.
Andreíta no entendió nada
de lo que papá dijo, y se notaba en su carita.
Te contaré algo mas - continúo
papá - hace poco leí en Internet una historia sobre un niño que no podía ver,
¿te imaginas? tú tienes miedo cuando yo apago la luz en las noches, ¡pero
ese niño había vivido siempre en la oscuridad! - Andreíta cerró
los ojos por un momento, tratando de imaginar cómo sería la vida
si viviera siempre en la oscuridad - Pero ese niño no sabía lo que
era el miedo, ¿y sabes por qué?, porque necesitaba moverse y tocar todo con las
manos para descubrir lo que ocurría a su alrededor. Cuando te atreves
a descubrir qué es lo que te atemoriza, el miedo desaparece...como
por arte de magia!
Andreíta escuchaba
incrédula, ¿era tan sencillo vencer el miedo?
Bueno hijita - dijo
finalmente papá mientras se acercaba a la puerta - si en verdad
quieres dejar de sentir miedo ya sabes qué hacer, parecerá difícil al
principio pero estoy seguro que vencerás al miedo tú sola.
Ahora yo apagaré la luz y cerraré la puerta para que puedas
descansar. Hasta mañana!
Andreíta quedó nuevamente
a oscuras, y no pasó mucho tiempo antes que todas las criaturas monstruosas que
le atemorizaban comenzaran a aparecer. Andreíta estuvo a
punto de pararse a prender la luz, pero recordó la historia que le contó papá y
se armó de valor.
- Debo hacer como ese niño de
la historia y descubrir qué me atemoriza - Pensó Andreíta,
mientras se quitaba de encima la frazada, que ya la cubría completamente.
Esta vez se paró de un salto, pero en lugar de encender la luz, cerró los
ojos y se dirigió a tientas a su cama para revisar qué había debajo.
Al pasar las manos por debajo de la cama, encontró algo: Sólo son
mis medias! - exclamó sorprendida - nada de serpientes, sólo unas
viejas medias sin par, qué tontería!
Andreíta estaba
aprendiendo a vencer sus temores. Muy animada, decidió esta vez
acercarse a la repisa de los juguetes. Siempre con los ojos cerrados y apoyándose en
las paredes, Andreíta se fue acercando a la repisa de los juguetes,
donde siempre aparecía esa enorme y monstruosa garra
peluda. Ya en la repisa, se fue acercando cada vez más, reconociendo cada uno
de sus juguetes. De pronto, sintió algo diferente - es un guante! - exclamó esta
vez, mientras recordaba haber tirado por ahí sus guantes de invierno en lugar
de haberlos guardado tal como le ordenó mamá. - Aquí no hay garras ni monstruos, sólo juguetes
y unos guantes feos!
Andreíta se sentía muy
emocionada y cada vez más segura de que nunca más sentiría miedo a la
oscuridad.. Pero aún debía desentrañar el misterio de los ojos
malignos en el clóset, y sus miedos se habían transformado casi totalmente en
simple curiosidad. Esta vez su objetivo era el clóset, así que
se acercó decididamente, lo abrió y comenzó a
tocar todo el interior. ¡sorpresa! era su viejo oso de peluche, olvidado entre
un montón de ropa desordenada. Pero esta vez ocurrió algo
diferente, ya que cuando Andreíta sacó a su oso del clóset, sintió que
algo más salió corriendo también.
Abrió rápidamente los
ojos, y se dio cuenta que los adornos en la corbata del viejo oso
eran esos ojos brillantes que hasta hace poco la amenazaban desde el clóset.
Pero eso no era el problema ahora, sino aquella presencia que sintió salir
del clóset y que ahora estaba segura que seguía con ella en
el cuarto.
Quien eres tú! dónde estás!
- exclamaba Andreíta mientras buscaba con la mirada. Ahora era una
niña diferente, segura que no había nada que temer. Miró hacia
un lado, luego hacia el otro, y como no había nada volteó rápidamente y ahí estaba:
Horror! era un fantasma!
Eso sería suficiente
para espantar a cualquiera, pero había algo realmente extraño en este
fantasma. Lucía aterrorizado, muy pero muy asustado. Le temía a Andreíta!
Dime ya quien eres y que
haces aquí! - exclamó nuevamente la valiente Andreíta.
- Soooy un fantasma, buuuu -
sollozaba el fantasma
- Pero cómo puedes ser un
fantasma? se supone que no existen! y por qué estás asustado?
- Es que yo existo sólo en
tu imaginación, y tú ya te has dado cuenta de eso. Ahora yo
estoy cada vez más débil, y si tus miedos desaparecen yo también desapareceré! buaaaa -
y rompió nuevamente a llorar.
Entonces Andreíta se
acercó al fantasma, y le explicó lo mal que lo había estado
pasando y cómo la historia de su papá le había ayudado
a enfrentar sus temores. Era cierto, Andreíta se estaba convirtiendo
en una niña más segura y decidida, y seguramente en poco tiempo sus temores y
el fantasma, ya no existirían más.
- Qué pasará conmigo
ahora? - continuó lamentándose el fantasma.
- Ya sé! tengo una gran idea! -
dijo Andreíta - cuál es tu nombre fantasmita asustado?
- Mi nombre es Tomás, por?
- Es que acabo de encontrar mi osito de
peluche, y como no tiene nombre, si le pongo el tuyo, seguirás existiendo
para siempre, ya que nunca olvidaré que al conocerte vencí por completo mi
miedo a la oscuridad. Te gusta la idea?
- Claro que sí! Excelente
idea!- respondió riendo el fantasma mientras se desvanecía alrededor del viejo osito de
peluche
Así lo hicieron, y Andreíta y
tomas fueron amigos por siempre.
FIN
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