miércoles, 22 de mayo de 2013

Fantasmas en la oscuridad

Esta es la historia de Andreíta, una niña que tenía mucho, pero mucho miedo a la oscuridad.

Andreíta es una niña pequeña, que vive con sus padres en un departamento al sur de la ciudad. Todos los días se levanta muy temprano, se viste, desayuna, va a la escuela... en fin, todo lo que hace una niña pequeña normalmente, y así vivía feliz.

Un día, llegó la traviesa Danny a casa para quedarse por unos días en las vacaciones escolares. Danny era prima de Andreíta y cuando llegaba de visita, se la pasaban jugando y haciendo travesuras por toda la casa. El problema comenzó cuando una noche, luego que todos se fueron a dormir, Danny convenció a Andreíta para que encendieran la tele y se pusieron  ver películas de terror.

Desde esa noche todo fue diferente para Andreíta, ya que nunca más quiso que le apagaran la luz a la hora de dormir.  Papá siempre la acostaba cada noche,  le cantaba una canción para dormir, apagaba la luz y se iba.  A partir de ese momento, cosas muy extrañas ocurrían en su habitación...

Bajo la cama, horribles serpientes acechando, con enormes colmillos listos para atacar, sólo esperando a que Andreíta duerma para ... De pronto, en la repisa de los juguetes se asomaba una enorme y monstruosa garra cubierta de pelo, y cada vez más cerca..

Pero lo peor, eran unos ojos amenazadores y malignos que comenzaban a brillar a través de la puerta semi abierta  del clóset, mirando fijamente a Andreíta durante toda la noche.

Andreíta se paraba de un salto y encendía nuevamente la luz. Entonces desaparecían todos: la horrible  serpiente, los ojos malignos, la garra peluda.... El problema es que Andreíta con la luz prendida no podía  dormir bien y por eso siempre iba muy cansada a la escuela.

Un día papá descubre el problema de Andreíta.  Esa misma noche, se acercó a hablar con ella y la escuchó  atentamente. Andreíta le contó todo a su papá: La película que vio con Danny, las serpientes, la garra... Y cuando terminó de contarle lo que le pasaba, le dijo que no quería dormir con la luz apagada nunca más. 

¿Sabes hijita? - contestó papá - Yo también creo que los monstruos existen, y de hecho sé dónde vive el peor de todos. ¿Quieres saber dónde es?
- La verdad creo que no- contestó Andreíta
- Igual te lo diré, vive aquí - Dijo mientras señalaba a Andreíta en la frente. Andreíta callaba. Ya era una niña algo grande como para saber que nada vivía en su frente, así que se quedó esperando la explicación de papá.- El miedo es el monstruo más terrible de todos, ya que cuando el miedo se apodera de nosotros es capaz de paralizarnos e impedirnos crecer y descubrir cosas nuevas. El miedo controla nuestra imaginación, haciéndonos creer en cosas que en verdad no existen.

Andreíta no entendió nada de lo que papá dijo, y se notaba en su carita.

Te contaré algo mas - continúo papá - hace poco leí en Internet una historia sobre un niño que no podía ver, ¿te imaginas? tú tienes miedo cuando yo apago la luz en las noches, ¡pero ese niño había vivido siempre en la oscuridad! -  Andreíta cerró los ojos por un momento, tratando de imaginar cómo sería la vida si viviera siempre en la oscuridad - Pero ese niño no sabía lo que era el miedo, ¿y sabes por qué?, porque necesitaba moverse y tocar todo con las manos para descubrir lo que ocurría a su alrededor. Cuando te atreves a descubrir qué es lo que te atemoriza, el miedo desaparece...como por arte de magia!

Andreíta escuchaba incrédula, ¿era tan sencillo vencer el miedo?

Bueno hijita - dijo finalmente papá mientras se acercaba a la puerta - si en verdad quieres dejar de sentir miedo ya sabes qué hacer, parecerá difícil al principio pero estoy seguro que vencerás al miedo tú sola. Ahora yo apagaré la luz y cerraré la puerta para que puedas descansar. Hasta mañana!

Andreíta quedó nuevamente a oscuras, y no pasó mucho tiempo antes que todas las criaturas monstruosas que le atemorizaban comenzaran a aparecer. Andreíta estuvo a punto de pararse a prender la luz, pero recordó la historia que le contó papá y se armó de valor.

- Debo hacer como ese niño de la historia y descubrir qué me atemoriza - Pensó Andreíta, mientras se quitaba de encima la frazada, que ya la cubría completamente. Esta vez se paró de un salto, pero en lugar de  encender la luz, cerró los ojos y se dirigió a tientas a su cama para revisar qué había debajo. Al pasar las manos por debajo de la cama, encontró algo: Sólo son mis medias! - exclamó sorprendida - nada de serpientes, sólo unas viejas medias sin par, qué tontería! 

Andreíta estaba aprendiendo a vencer sus temores. Muy animada, decidió esta vez acercarse a la repisa de los juguetes. Siempre con los ojos cerrados y apoyándose en las paredes, Andreíta se fue acercando a la repisa de los juguetes, donde siempre aparecía esa enorme y monstruosa garra peluda. Ya en la repisa, se fue acercando cada vez más, reconociendo cada uno de sus juguetes. De pronto, sintió algo diferente - es un guante! - exclamó esta vez, mientras recordaba haber tirado por ahí sus guantes de invierno en lugar de haberlos guardado tal como le ordenó mamá. - Aquí no hay garras ni monstruos, sólo juguetes y unos guantes feos!

Andreíta se sentía muy emocionada y cada vez más segura de que nunca más sentiría miedo a la oscuridad.. Pero aún debía desentrañar el misterio de los ojos malignos en el clóset, y sus miedos se habían transformado casi totalmente en simple curiosidad. Esta vez su objetivo era el clóset, así que se acercó decididamente, lo abrió y comenzó a tocar todo el interior. ¡sorpresa! era su viejo oso de peluche, olvidado entre un montón de ropa desordenada. Pero esta vez ocurrió algo diferente, ya que cuando Andreíta sacó a su oso del clóset, sintió que algo más salió corriendo también.

Abrió rápidamente los ojos, y se dio cuenta que los adornos en la corbata del viejo oso eran esos ojos brillantes que hasta hace poco la amenazaban desde el clóset. Pero eso no era el problema ahora, sino aquella presencia que sintió salir del clóset y que ahora estaba segura que seguía con ella en el cuarto.

Quien eres tú! dónde estás! - exclamaba Andreíta mientras buscaba con la mirada. Ahora era una niña diferente, segura que no había nada que temer. Miró hacia un lado, luego hacia el otro, y como no había nada volteó rápidamente y ahí estaba: Horror! era un fantasma!

Eso sería suficiente para espantar a cualquiera, pero había algo realmente extraño en este fantasma. Lucía     aterrorizado, muy pero muy asustado. Le temía a Andreíta!

Dime ya quien eres y que haces aquí! - exclamó nuevamente la valiente Andreíta.
- Soooy un fantasma, buuuu - sollozaba el fantasma
- Pero cómo puedes ser un fantasma? se supone que no existen! y por qué estás asustado?
- Es que yo existo sólo en tu imaginación, y tú ya te has dado cuenta de eso. Ahora yo estoy cada vez más débil, y si tus miedos desaparecen yo también desapareceré! buaaaa - y rompió nuevamente a llorar.

Entonces Andreíta se acercó al fantasma, y le explicó lo mal que lo había estado pasando y cómo la historia de su papá le había ayudado a enfrentar sus temores. Era cierto, Andreíta se estaba convirtiendo en una niña más segura y decidida, y seguramente en poco tiempo sus temores y el fantasma, ya no existirían más.

- Qué pasará conmigo ahora? - continuó lamentándose el fantasma.

- Ya sé! tengo una gran idea! - dijo Andreíta - cuál es tu nombre fantasmita asustado?
- Mi nombre es Tomás, por?
- Es que acabo de encontrar mi osito de peluche, y como no tiene nombre, si le pongo el tuyo, seguirás existiendo para siempre, ya que nunca olvidaré que al conocerte vencí por completo mi miedo a la oscuridad. Te gusta la idea?
- Claro que sí! Excelente idea!- respondió riendo el fantasma mientras se desvanecía alrededor del viejo osito de peluche

Así lo hicieron, y Andreíta y tomas fueron amigos por siempre.


FIN