Había una vez, un pequeño niño
alegre y con un gracioso peinado puntiagudo que se llamaba Martín. Vivía a
pocas cuadras del colegio, al que todos los días iba y volvía caminando, por el
camino que su papá le había enseñado
Un día en clase, la profesora
habló con los alumnos.
-El dia de mañana hablaremos de
las profesiones, así que como tarea todos deberán pensar a que profesión u
oficio les gustaría dedicarse cuando sean grandes y exponer a sus compañeros
cuál eligieron y por qué.
Martin se quedó pensativo. nunca
había reparado en lo que debería dedicarse en su vida adulta. ¿Por qué tendría
que haber pensado en ello? Luego de cumplir con sus deberes en el colegio y en
casa, jugaba y se divertía hasta caer rendido por la noche. Así vivía su niñez
plenamente y no había tiempo para preocuparse en si debía ser ingeniero, doctor
o arquitecto.
Al sonar la campana de salida,
Martín salió del colegio y esta vez, en lugar de emprender la caminata en
dirección a su casa, decidió abordar el autobús para llegar antes y poder
cumplir con la difícil tarea que les había encomendado la profesora.
Durante el corto trayecto Martín
seguía pensando en innumerables profesiones: Abogado, artista,
veterinario…tantas cosas lindas que podría hacer, ¿cómo poder decidir en un
solo día?. Mientras pensaba y pensaba, Martín no se dio cuenta que el Autobús
ya había dejado atrás el paradero en el que debió bajarse para llegar a casa.
Un momento después, al levantar la mirada, no pudo reconocer el lugar en el que
estaba. ¡Uy, me pasé!
Se bajó de inmediato en el
paradero, pero ya era tarde. ¡Estaba perdido! ¿Y ahora qué podría hacer? Martín
era un muchacho valiente, así que trató de mantener la calma, y se puso a
caminar entre la gente, en dirección opuesta a la dirección en que viajaba el
bus, con la esperanza de reconocer nuevamente el barrio en el que vivía. Al
cabo de un breve momento, pudo distinguir la figura de un personaje uniformado.
- Es un policía – pensó – Pero… ¿sería acaso la policía quien podría ayudarlo?
– pensaba y pensaba mientras se alejaba. No pasó mucho tiempo cuando de pronto se
le acercó un extraño personaje, de aspecto desgarbado y manos en los bolsillos.
-Eh amiguito, te veo un poco
perdido, yo te puedo ayudar - Le dijo mientras se acercaba aceleradamente.
Martín dudó un poco, pero se
animó a responder, a pesar de que su Mamá le había dicho muchas veces que no
hablase con personas extrañas - Sí, creo que estoy perdido – Le dijo
-Pues no te preocupes, te has
topado con la persona correcta. Yo puedo llevarte a tu casa en este momento si
me acompañas – Le dijo el sujeto
Martín pensaba – ¿Podría confiar
en esa persona? - Pero no había
terminado de decidir cuando el malhechor lo tomó del brazo e intentó llevarlo.
Martín palideció y trató de pedir ayuda, cuando de pronto una figura conocida
apareció frente a ellos. Era el policía que había dejado a varios metros atrás,
quien al verlo caminando solo, decidió acercarse para ofrecerle su ayuda.
El malhechor huyó despavorido,
dejando a Martin con el Policía. Ya a salvo, pudo contarle cómo había llegado
allí y juntos encontraron el camino a casa.
Al día siguiente, Martin volvió al colegio y pudo exponer
sobre la profesión que le gustaría ser cuando sea mayor. Quería ser alguien
respetado, en quien se pueda confiar y que ayude y proteja a los demás. ¡Quería
ser como su amigo el Policía!
FIN